¿Puede un producto de belleza ser innovador, brindar los mejores resultados en tu piel y al mismo tiempo preservar la biodiversidad; promover la salud y la educación y realizar prácticas de comercio justo? La respuesta es sí, y su máximo exponente ya lo conoces: Clarins.
Alguna vez, mientras realizas tu rutina de belleza frente al espejo, piensas en el origen de los productos que te aplicas ¿de dónde provienen los ingredientes; sus fórmulas; cómo y quiénes las preparan; los procesos detrás de la fabricación de los envases y empaques, la comercialización?
A menos que seas una ferviente activista ecológica, puedo adivinar que tu respuesta será: “raras veces”. No te preocupes, no eres culpable de un delito mayor, la verdad es que la mayoría no suele enfocarse en lo que hay detrás de los productos sino en el resultado que se obtiene con ellos. Sin embargo, es bueno saber que para nuestro bienestar, y el del planeta, el concepto de belleza responsable es una realidad en el universo beauty, especialmente para una de las máximas representantes de ese movimiento: Clarins.
Esa firma francesa es, a mi criterio, una de las más nobles y sustentables que existen en el rubro de la cosmética. Por esa y muchas razones más me confieso fan incondicional del club infinito de mujeres que aman Clarins alrededor del mundo. Ya desde hace muchos años comprobé que sus tratamientos innovadores cumplen a cabalidad su promesa de ayudarnos a conseguir una piel luminosa, radiante y uniforme. Definitivamente, ¡son maravillosos!
Las usuarias de Clarins conocemos de primera mano los milagros beauty que se pueden conseguir con sus cremas o sueros de última generación, pero lo que quizás no todas saben es que detrás de sus fórmulas innovadoras hay un lema que los vuelve únicos: “hacer la vida más bella, contribuir a un mundo mejor”. Y vaya si hace honor a esa misión.
En 1966, Clarins creó los primeros aceites con extractos 100 por ciento puros de plantas. Aunque ya los elaboraban, fue a partir de ese año que comenzaron a comercializarlos. Ese lanzamiento fue el primer paso de una larga y exitosa cadena de hitos que la han convertido en una marca comprometida con la preservación y el cuidado de la belleza, con las personas y el planeta.
Casi 20 años después, en 1989, Jacques Courtin-Clarins fundó la Fundación Arthritis, la primera organización creada para combatir las enfermedades relacionadas con la artritis reumatoide y que hasta ahora ha financiado más de 60 proyectos y ha aportado más de 18 millones de euros en forma de becas. Esa empatía con causas tan reales es lo que la hace una firma con corazón y lo que me da una razón más para amarla.
Pero la historia de sus logros en materia de belleza responsable no termina ahí, en 1992 lanzaron una gama de leches desmaquillantes elaboradas con hierbas alpinas, un proceso que despertó su fascinación por Los Alpes y los llevó a apoyar su conservación, en una iniciativa que aún sigue vigente.
El interés genuino por cuidar el planeta y la visión de Christian Courtin-Clarins lo hizo retirar en 1999 las bolsas de plástico de la firma en todo el mundo, adelantándose casi dos décadas a la aprobación de la ley que prohíbe su uso. Y es que como sabemos, el plástico es uno de los mayores contaminantes de los océanos y del mundo entero. Un punto más a favor de la firma entre los que buscan productos socialmente responsables (aún antes que el concepto se volviera trending topic).
2007 fue un año memorable para la marca, que bajo el lema que la agricultura sostenible nos protege tanto a nosotros como a la naturaleza, decide lanzar sus primeros programas de comercio justo que hoy se extienden en 11 filiales en Madagascar, Burkina Faso y la India.
A ello le siguieron acciones de todo tipo pero con un solo propósito: hacer de este un mundo mejor. Es así que en los últimos años Clarins ha realizado colaboraciones con programas como Feed, que proporciona meriendas nutritivas a niños en edad escolar de 40 países; creó una finca en Los Alpes, donde cultivan sus propios ingredientes, respetando la tierra y la naturaleza del entorno y más recientemente, en 2020, manifestó su firme compromiso de alcanzar la neutralidad de carbono reduciendo las emisiones.
Actualmente sus esfuerzos están también enfocados en cumplir para 2025 el objetivo de obtener el 80 por ciento de sus extractos de plantas de forma orgánica, ofrecer envases 100 % reciclables y reducir las emisiones de carbono un 30 por ciento adicional.
¿A estas alturas te preguntarás cuál es el propósito de este post? Primero: celebrar la culminación de la Semana de Desarrollo Sustentable de Clarins, en la que se hace énfasis en su compromiso con los niños, las comunidades y el planeta. Y segundo, porque considero que es trascendental conocer a profundidad las marcas que usamos, identificarnos con sus causas, conocer sus productos, su ética.
La crisis por el cambio climático es una realidad, no podemos obviarla, no podemos vivir ajenos a un tema que del que quizás solo escuchamos en cumbres del G7 o vemos en documentales. En cada una de nuestras acciones diarias, incluyendo nuestra rutina beauty, podemos aportar al comercio justo, un movimiento internacional que lucha por una mayor justicia global en lo económico, social, humano y medioambiental.
En tu próxima visita a la perfumería, asegúrate que ese tratamiento que tanto necesita tu piel, ha sido elaborado con productos naturales y cultivados de manera sustentable; que sus frascos son reciclables y que detrás de su marca, hay empresas comprometidas con el bienestar global. Esas y muchas otras cualidades reúne Clarins que además de cuidar nuestra piel, cuida del planeta.
Si quieres conocer un poco más sobre los compromisos de abastecimiento responsable y de los programas e iniciativas verdes de la firma, accede a www.clarins.es, te aseguro que te enamorarás aún más de sus productos.