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¡Ruborízate!

Ningún maquillaje está completo hasta que aplicas rubor en los pómulos y difuminas hacia la sien. El efecto definido, saludable y femenino es instantáneo. Lo usaban desde Cleopatra hasta María Antonieta, y tú no serás la excepción.

No sé exactamente por qué, pero los humanos tenemos una extraña obsesión con las mejillas sonrosadas. Envidiamos en secreto un tono rosado y juvenil en las mejillas; amamos a los bebés con su rostro salpicado de rosa; tememos el rubor indiscreto que nos delata cuando estamos frente a alguien que nos gusta; nos sonrojamos ante diferentes emociones; y aunque también lo hacemos durante un cuadro febril, asociamos este tono con la buena salud. Eso no es todo, estudios científicos han demostrado que un cutis sonrosado también puede influir en lo atractiva que resulta la persona y en la elección de la pareja.

Quizás eso lo hayan descubierto hace más de seis mil años las egipcias, que sin ninguna base científica y expuestas a cualquier efecto secundario, ponían su belleza ante todo y usaban escarabajos molidos para preparar carmín y piedras pulverizadas para polvos faciales. Algo menos peligroso usaban las mujeres de la dinastía Tang en China que daban color a sus mejillas gracias a una planta llamada cártamo.


María Antonieta en un retrato de 1783

El uso de mayor o menor cantidad de rubor ha ido cambiando con los tiempos. Según historiadores, en 1720, el rubor era un símbolo de estatus para las cortesanas y las debutantes inglesas. Tiempo después, la irreverente María Antonieta lo popularizó entre la realeza francesa, mostrando siempre su rostro en tono pálido iluminado por un rubor intenso en las mejillas que acentuaba sus facciones. Aunque aquel color no provenía de insectos, el colorete líquido y en crema de entonces no era menos inofensivo, al contrario, contenía ingredientes metálicos dañinos para la piel.

Para nuestra fortuna, a finales de 1800 surgieron fórmulas más seguras, una de las primeras fue la creada por Guerlain Company a base de toronja y mantequilla. Los ingredientes fueron cambiando y mejorando con el tiempo, pero en realidad pocas se preguntaban de dónde provenía la tonalidad, lo importante era evadir la palidez y mostrarse siempre radiantes.


Las campañas en los años 20 promovían el uso del blush para romper corazones y para lucir rejuvenecidas

El boom moderno del blush, colorete o rubor, como prefieras llamarlo, llegó en la década de 1920 cuando Roaring Rouge, el producto estrella de la época, resaltó las mejillas como ningún otro lo había hecho, aportando un tono que además de “saludable”, prometía un efecto “rejuvenecedor”.

En la década de 1960, diversas marcas popularizaron nuevos tonos además del rosa como marrones cálidos neutros. Los locos ochenta retomaron el rojo y rosa en vibrantes paletas y los 90 añadieron a la gama colores como frambuesa en un acabado muy sutil y natural. El nuevo milenio traería la democratización del blush, con diferentes marcas ofreciendo colores para todos los tipos de piel, la mayoría con un acabado bronceado. ¡El efecto sunkissed en su máxima expresión!


Las supermodelos de los 90 llevaban un rubor discreto al que se adicionaron tonos de frutos rojos

Y aunque hasta hace unos años parecía ser un producto de uso discreto, la moda trajo de vuelta al ruedo el blush, que vibra en los rostros de todas, desde adolescentes (que quizás no lo necesitan tanto) hasta las que prefieren no revelar su edad. Y es que como dice Aguinaldo Leandro, International Make Up Artist de Givenchy a quien seguro conoces, el blush es para todas, sin excepción. Su uso es ideal para conseguir luminosidad y definición, a cualquier edad.

¿Cómo saber qué color es el adecuado para mí? Leandro asegura que se debe definir según el sub-tono de piel. A simple vista puedes saber si tu tono es claro, medio u oscuro, pero el sub-tono se encuentra viendo tus venas en luz natural: si lucen más azules o púrpuras, tienes un trasfondo frío; si son más azules entonces tienes un matiz neutro o medio, y si son verdes, entonces es cálido.

Para las de sub-tono frío, Aguinaldo recomienda blush rosa, durazno y coral; si eres neutra puedes elegir cualquier tonalidad que luzca en armonía, sin contrastes marcados y finalmente, si eres cálida, el experto sugiere colores tierra, salmón o coral. “Más que por las tendencias, hay que tener en cuenta que se combine perfectamente con tu piel”, agrega.

Lejos de aquellos ungüentos raros que se usaban en la antigüedad, ahora tenemos la ventaja de usar colorete de manera segura y en presentaciones para todos los gustos: en crema, polvo, líquido, “aunque es preferible en polvo ya que es más fácil de esparcir de tal manera que te permita esculpir el rostro”.Un consejo final: al momento de aplicarlo, realiza movimientos circulares hacia fuera sobre los pómulos para conseguir una apariencia definida.

Y ahora te preguntarás, ¿cuál comprar? Fácil, aquí algunas recomendaciones, de fórmulas probadas, libres de parabenes y llenas de color.


Comprar

Prisme Libre Blush by Givenchy

Descubre como los tonos iluminadores se mezclan y se funden armoniosamente entre sí para obtener un torrente de color vibrante y que se ajusta a cada piel con una duración de hasta 12 horas. Iumina la piel proporcionándole un brillo saludable efecto 3D y un aspecto juvenil.

Blush Subtil by Lancôme, un colorete de larga duración muy fino y ligero disponible en una amplia gama de colores, desde los tonos más neutros a los más intensos. Prisme Blush de Givenchy, con un dúo de tonos radiantes para conseguir un rubor natural, luminosidad y definición.

Blushing Blush Powder de Clinique, con su fórmula sedosa que se desliza suavemente sobre los pómulos para crear un look natural. Pure Color Envy Blush de Estée Lauder, esculpe, define y da brillo. Polvo ultra sedoso y lujoso, para una mayor definición y una luz de apariencia saludable.

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